domingo, 31 de mayo de 2009

El Gran Tiempo cósmico


El hinduismo ha sido proclamada como la religión aria por excelencia, para algunos como René Guénon, que tanto escribió sobre la interpretación vedanta de la existencia humana, el hinduismo es la metafísica en estado puro. Con esta interpretación el gran maestro francés pretendía marcar la diferencia entre las grandes formas de espiritualidad oriental, como el hinduismo o el budismo, frente a las formas ritualistas y vacías de simbolismo de las religiones occidentales. El cómputo del tiempo no es algo neutro, sino que nos remite a un simbolismo muy concreto en el que los pueblos tradicionales expresan su idea del universo y también del propio hombre. De hecho la estructura del tiempo nos remite también a un mito fundacional o al momento inicial de la creación. De alguna manera nos traslada a un momento atemporal y mítico, a un universo primigenio donde todo comenzó. Es el mito arquetípico que periódicamente se representa en muchas culturas para representar el nacimiento y muerte del tiempo. Las concepciones cíclicas son el modelo arquetípico que vemos reflejado en la mayor parte de las Tradiciones del orbe mundial. Normalmente estas concepciones van acompañadas de la idea de un microcosmos, un centro y en definitiva de una geografía sagrada. En el caso concreto de oriente tenemos lo que Guénon denomina la "Gran Tríada" que representa a los tres elementos fundamentales del cosmos: cielo, tierra e infierno. Asociado a este elemento simbólico tenemos la idea del árbol cósmico o el llamado Axis Mundi. Todos estos símbolos son representaciones microcósmicas del universo. La llamada "Gran Tríada" nos remite igualmente a la posibilidad de llegar a una ruptura ontológica de nivel que nos permita trascender nuestra condición de humanos. Nos referimos a símbolos de carácter iniciático como la escalera o el número 7, esencial en el simbolismo cristiano, que son bastante recurrentes en la mitología de los pueblos tradicionales.

Más interesante es comentar la concepción del tiempo y la vida humana en el contexto de la metafísica hindú. Para ello nos serviremos de una de las historias míticas de dioses hindúes:

"Después de vencer al Dragón Vrta, Indra se decide a reconstruir y embellecer la residencia de los dioses, el artesano divino, Viçvakarman, después de un año de trabajo logra construir un palacio magnifico. Pero Indra no está contento y quiere embellecer el palacio para que sea el más majestuoso del mundo. Viçvakarman, el artesano divino, aquejado del sobreesfuerzo al que Indra le somete, protesta ante Brahman; el dios creador del universo. Brahma le promete que intercederá ante Visnu, el Ser Supremo de quien Brahma no es sino un instrumento. Visnu se encarga de que Indra vuelva a la realidad y abandone su orgullo. Para ello Visnu se transforma en un muchacho harapiento que visita el palacio de Indra. Sin descubrirse ante Indra, Visnu transformado en un joven pobre le habla de los imnumerables Indras que han poblado el universo. Además de ello le añade que un día y una noche de Brahma equivalen a 28 existencias de Indra. Al mismo tiempo a un Brahma le sucede otro Brahma en una corriente infinita. Simultáneamente ilimitados Universos aparecen y se desvanecen en la corriente eterna del Tiempo. Esta última referencia que le hace Visnu basta para que Indra despierte de su vanidad pues comprende la intrascendencia que él tiene como Gran jefe guerrero de los dioses. Nada tiene sentido en el gran drama cósmico universal. Hay mundos y universos que se crean y se destruyen y frente a esta realidad las gestas guerreras de Indra no tienen ningún significado trascendente. En realidad todas las heroicidades de Indra forman parte de un contexto profano y ha mostrado gran ignorancia al pretender engrandecerlas. Proyectándose en el Gran Tiempo mítico y sustraerse de las limitaciones del mundo profano es la única forma de que Indra salga de su ignorancia y pueda aspirar al verdadero conocimiento"

A partir de este relato podríamos reflejar la complejidad de la estructura del tiempo hindú compartimentado en Yugas, Mahayugas y Kalpas. No obstante creemos que la historia relatada ofrece ya por sí sola una imagen de la complejidad del universo hindú. Es evidente que el hombre que renuncia a todo principio de trascendencia y lleva una vida oscura y mediocre no significa absolutamente nada en el eterno y cíclico tiempo cósmico. Toda la vanidad, el orgullo y la prepotencia del hombre moderno sumido en el espejismo de los avances materiales de su ciencia y técnica no significan nada. La idea del tiempo lineal y no cualitativo, sino meramente cuantitativo, es algo que carece de significado y no es más que la sucesión de un año tras otro. Pero el hombre que no tiene raíces, ni referencias en su existencia es un hombre desarraigado. No obstante ese hombre moderno es el producto de un tiempo agotado, de momentos crepusculares que posiblemente, porque no, pueden preceder a un renacimiento tradicional del hombre. El carácter cíclico del tiempo va unido al nacimiento y muerte de multitud de universos que se desarrollan paralelamente y que desconocemos. Por último es interesante destacar la idea del eterno retorno que para Nietzsche fue tan importante, no era otra cosa que la concepción tradicional del tiempo que acabamos de esbozar. La única diferencia está en que Nietzsche la adaptó a su esquema nihilista pero al mismo tiempo se sirvió de la idea cíclica del acontecer como una forma de superar al hombre en su camino hacia el superhombre.

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